sábado, 26 de septiembre de 2009

La Morocha

La Morocha me quiere.

Me espera bajo cualquier circunstancia. No le importa a qué hora llego, ni el estado en el que llego. A veces me espera abierta, lista para que la toque y la acaricie. Otras veces me espera cerrada, aguardando ese suave roce de mi mano que me conecta con ella.

La Morocha no me pide nada. Puedo no darle bola un día, dos días, una semana, y no importa: cuando vuelvo ella está igual que la última vez. Puedo llevarla a donde quiera, sea de día o de noche, sin avisarle nada, y ella viene igual, sin preguntar nada.

La Morocha se enciende en segundos. Hace varias cosas a la vez y puede bancar dos, tres y hasta cinco horas sin cansarse. Y lo mejor de todo es que piensa rápido. Lógico: tiene dos cerebros. Hasta ahora me habla en inglés y en español, pero sabe muchos más idiomas.

La Morocha es una pluma. Puedo alzarla con una mano, sacarla al balcón para que tome aire, salude y le sonría a los árboles y los edificios sin siquiera cansarme de sostenerla.

Es linda la Morocha... Tan linda que mejor se las presento:


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